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Vale pelear por la pelota: pelear sin ella no es fútbol

"Cuando el jugador no quiere, el referí no puede", dice Javier Castrilli. Hoy, entre los que "no quieren", yo agregaría a técnicos y dirigentes. Claro, hay excepciones (Sabella, Cocca, y algún directivo de Vélez, el Pincha o Lanús). Pero en general revelan altos niveles negativos. De seguir así no podrán seguir jugando los futbolistas ni disfrutándolo los que miramos. En esencia el fútbol es primero un encuentro; y luego un ponerse de acuerdo para empezar a jugar. Las voces fundadoras son las del potrero o las de los puertos, donde lo jugaban los ingleses y los chinos. "Hay colada", decíamos al llegar al picado del barrio con la intención de prendernos. Y alguien contestaba: "Sí, entrá para ellos". Sin que quedara muy en claro quiénes eran "ellos", uno entraba. Acuerdo sellado, a jugar. El fútbol profesional, aun con millones de por medio, también se basa en un acuerdo. Estamos dispuestos a jugar, gratis o por guita. Pero sin este acuerdo, lúdico o material, no hay fútbol. Por eso digo: ¿cómo seguimos?

No hay modo de acordar entre árbitros, jugadores y técnicos. Es público y notorio el desacuerdo, no se quiere jugar y la pelea es permanente. Los técnicos no quieren: muertos en la semana, resucitan el domingo, si ganan. Si pierden los entierran. Los hacen dirigir planteles de jugadores jóvenes que viven pensando en Europa y de veteranos de regreso. Choque generacional en el vestuario y en la cancha. Además, cuestionados eternos, son los culpables de todos los males. Entonces, el DT pone en el árbitro todo lo malo (los problemas de su profesión, las agresiones, su infelicidad). Es la llamada transferencia. El futbolista también se aparta del juego. Suele simular tanto que hasta simula jugar.Vive presionado, irritado, lo aman, lo putean, entregó su yo al humor de la gente. Si dicen que soy bueno, lo soy. Si dicen lo contrario, así será. También transfiere su frustración al árbitro, y cuando empieza a protestar queda anulado para jugar. Finalmente, los referís, justamente. Se les nota el alivio cuando pitan el final, a veces terminan antes los partidos...

Y recuerdo este episodio. Jugábamos con River en Tucumán. Luego de errar un par de fallos al árbitro lo rodean, lo putean... Me acerco a él: "Tranquilo García (así se llamaba), esto pasa rápido". Sí, pasó, terminó bien; y en el avión de regreso me dijo: "¿Sabe qué solo se siente uno en la cancha? Usted me habló y me sentí acompañado". Yo siempre traté de ser compinche, nunca los insulté, hice la de Bilardo: les hablaba todo el rato y se iba súperamigo. Pero..., futbolistas y árbitros teníamos un acuerdo: queríamos jugar.

Por Roberto Perfumo
Diario Olé - 04/10/2010

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