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De colección: Barça - Manchester

Análisis Táctico del Cai Aimar sobre la final de la Champions League.



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Este sí es el camino

Son los reyes del fútbol y lo han demostrado con juego y tres títulos. Hay muchas maneras de jugar al fútbol, pero cuando uno escoge un estilo, una idea, en la que se mezcla, se intenta unir, el buen juego con la victoria, siempre que logra la victoria siente mayor placer, disfrute, felicidad que los demás.

Ganar se puede ganar de muchas maneras. Y no solo en el fútbol, también en el básquet o, incluso, en el tenis. Pero cuando uno es fiel a sus principales mandamientos, entre los que está ser fiel a un estilo, a una apuesta, la victoria se convierte, sí, en el principal argumento para convencer a los demás de que lo mejor es que adopten esa fórmula.

1. La suerte de los campeones
Despistados. ¿Sabían dónde estaban? Claro que sabían dónde estaban. Lo sabían, nadie debía de recordárselo. Pero salieron despistados. Y el United lo notó. Y les atacó. Tres de sus hombres taparon la salida de Piqué y Touré, apretaron arriba, a nuestros defensas y eso creó confusión. No tanto porque nos sorprendiera tanto arrojo de inicio, sino porque el Barça empezó a rizar el balón. ¿Rizar el balón el Barça? ¿Qué partido es ese? ¿Qué Barça es ese? Cada duda era una ocasión para Ronaldo. Y en más de una, como siempre, apareció Valdés. Falta, córner, centro. Tortura. Pero el bicampeón tenía que tener suerte para ser tri y, en su primera llegada, golazo de Etoo, tras internada, como no, de Iniesta. Habías superado tus 10 minutos malos, estabas salvado.

2. El estilo acaba imponiéndose
La primera parte acabó con 1-0 pero, no nos engañemos, hubiese podido finalizar con 0-1 o con 1-1 y, sí, también con 1-0. Los dos equipos habían demostrado que podían ganar la final con sus características, con lo que se suponían eran sus virtudes. La fuerza, el empuje, la presión del United y el toque, la posición, el rondo del Barça. Habíamos visto un ratito de cada manual. Uno tenía la sensación,.insisto, de que el Barça había sobrevivido ya a sus peores minutos, a su pájara.
Tras el descanso, todos pensamos en el Olímpico: los ingleses saldrán al ataque, empujarán hasta la muerte. Pero, mira por donde, fue el Barça quien empezó a ser el Barça. Y los pequeños. ¡Qué grandes son los pequeños! Se juntaron para hacer tricampeón al Barça. Xavi, Iniesta y Messi pusieron en marcha el rondo y adios United. Ese rato, ese cuarto de hora, fue el infierno del MUnited. Y no tuvieron más remedio que claudicar antes de tiempo. Incluso antes del segundo gol, otra obra de arte: el más pequeño rematando de cabeza, superando al más gigante.
Ganó el estilo, el mejor estilo.

3. Dedicado a los que solo quieren ganar
Escribí que no hacía falta ganar esta final para creer en este equipo, para confiar en su propuesta, para elogiar su temporada. No mentí. Pero, para aquellos que solo creen en el resultadismo, en la victoria, este sonoro triunfo, es más necesario que para mi. Este Barça, y de ello me alegro, ha impuesto un estilo de juego que ha provocado millones de elogios en todos los rincones del mundo. Y ha escrito, con letras grandes y de oro, el mensaje de texto más difundido del 2009: se puede ganar jugando bonito, dando espectáculo. Copien esta propuesta. Si se atreven.

Por Johan Cruyff para ElPeriódico.com

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Si ninguno juega, cualquiera le gana a cualquiera

Cuando manda el recurso de la pelota parada, Huracán intenta jugarla; y como siempre, los líricos enfrentan a resultadistas que preguntan: "Al fin, ¿qué ganó Cappa?".



(Por Roberto Perfumo para el Diario Olé)

Uno ve jugar a este Huracán de Cappa y los noventa minutos parece que pasaran más rápido. Un equipo que no aburre, en tiempos en que algunos partidos se hacen insoportables, como si duraran cinco horas ("apiádese, Brazenas -o quien sea-, termínelo ya", suelen decir los relatores). Es un tormento, al menos para mí, ver jugar mal, con pandemia de pases mal dados y con la pobre pelota magullada de tantos pelotazos a cualquier lado. "Es para después poder agarrar el rebote", dicen algunos jugadores y técnicos. Pero, ¿no es más fácil, menos cansador, no implica menos riesgo físico dársela al compañero que jugarla a la disputa? ¿Generar rebotes no es como jugar al bingo? Así se igualan todos para abajo y por eso repetimos como loritos que "cualquiera le gana a cualquiera".

Claro, jugando a la pesca se depende del capricho del balón. Pero es posible otro juego. En el reino de la "pelota parada", recurso que vale pero que sólo rinde cuando los dos juegan mal, Huracán gana pasándola entre los de igual camiseta. Honremos a Alfredo Di Stéfano: "La pelota tiene que ir a ras del piso, por el césped, porque es de cuero (claro, lo decía hace años) y la vaca come pasto...". Sí, es posible. Lo de Huracán tiene un gran valor cualitativo. Los pibes que no han visto otras cosas lo miran con asombro. Los viejos que sí las vimos -los grandes equipos del mundo y los nuestros: Los Matadores, el mismo Huracán del 73, River del 75 entre otros- sabemos lo que era gustar del buen fútbol. También lo saben quienes no eran ni de Argentinos ni de Boca pero iban a ver a Diego Maradona...

"Los hinchas lloran, no lo puedo creer", me decía Carlitos Babington el viernes pasado. "Claro -le respondí-, además algunos no son de Huracán pero lo disfrutan y quieren que sea campeón". El buen juego es parte de nuestra cultura, y no sólo en el fútbol. Y hay un inconsciente colectivo que estaba esperando algo como este Huracán. Pero, entre nosotros no podía ser de otra forma, como el tema se polarizó "la contra" va a los archivos a consultar cuántos torneos ganó Cappa... Y Angel los jodió porque cambió, se reinventó. No gasta energías confrontando con los de la otra vereda. El no querer ganar sino reforzar y afirmar una idea, da justamente mucha fuerza para ganar. "Lo importante es que se animan a jugar bien". Es para la historia la frase del DT. Es como animarse a ser feliz...

Que en adelante el Globo gane o no, no me preocupa. Sí me complace comprobar que los que amamos el buen fútbol siempre podremos esperar que alguien juegue bien.

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El valor de generarse sus propios espacios

"PIZARRÓN Y PASES CORTOS"
Christian Leblebidjian para La Nación

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Del Chelsea de Hiddink al Rácing de Caruso

Un excelente paralelismo entre dos grandes partidos: Chelsea-Barça y Vélez-Racing, con final feliz para los que en la previa parecían superiores pero que fueron superados tácticamente por el rival...

Hay partidos que se discuten aún pasados varios días y sin siquiera pertenecernos en forma directa. "Lucas, ¿viste Chelsea vs. Barcelona? ¿Qué te pareció?", dispara Bruno café de por medio y buscando una complicidad que nunca encontrará, aunque escucha: "No sé por qué, pero grité el gol de Barcelona". ¿Por qué? El juego encierra eso y -por suerte- ya no se debate sólo el resultado sino también las formas que te llevan (o no) a conseguirlo. El golazo de visitante de Iniesta en el descuento significó el 1 a 1 y el pase a la final de la Liga de Campeones que Barcelona definirá con Manchester United. ¿Qué pasó antes? Guus Hiddink, DT de Chelsea, tras el 0-0 en la ida mantuvo el esquema 4-5-1 contra el 4-3-3 del conjunto español, aunque por momentos Anelka fue casi un "4 bis" y Ballack jugó muy cerquita de los centrales Terry y Alex. El plan fue cerrarle los caminos a Messi, Iniesta y Eto´o y luego salir rápido de contraataque vía Malouda (tuvo un gran duelo con Alves) y Drogba. La posesión del balón fue 32 % para el local y 68% para el Barça, pero a los 20 segundos Drogba casi quedó solo ante Valdés, pero el marfileño no controló bien el balón. No fue la única aproximación. Mientras cada vez que giraba Messi tenía 4 rivales encima, Valdés le sacó tres mano a mano a Drogba y el árbitro noruego Henning no le sancionó tres penales a Chelsea. Más allá de eso, no sólo hubo cierta incapacidad del conjunto inglés para tocar y generar peligro real para el 2-0, también para aprovechar el hombre de más por la expulsión de Abidal.

Racing jugó un primer tiempo para aplaudir de pie ante Vélez. Si bien desde los nombres y el esquema parecía que iba a ser conservador, fue todo lo contrario. Presionó al líder, recuperó la pelota, pero también atacó a las espaldas de Papa (con Lluy) y Díaz (con Lucero). Los pelotazos cruzados le dolieron al equipo de Gareca, que no podía creer como Cáceres llegaba como lateral derecho a tirar un centro atrás o que Sosa apareciera por la izquierda mano a mano frente a Montoya. A veces poner tres delanteros (Cristaldo y dos más estáticos como López y Larrivey) puede facilitarle las cosas a una defensa sólida. Además, anuló al lanzador: entre Zuculini y Yacob taparon a Zapata, que suma 4 asistencias en el torneo.

¿Cuál fue el error de Racing? Pese a seguir buscando de contra, tras ponerse 2-0 no sólo pasó a jugar 4-4-1-1 sino que retrocedió demasiado. Sosa hizo dos faltas innecesarias (la primera con Cristaldo de espalda y controlado sobre el córner; la segunda a Velázquez) y de allí vinieron los goles. Eso alteró aún más a Racing. Lo pudo ganar con Castromán, pero también perder con Velázquez en una contra 3 vs. 3, tras un córner a favor. Y eso que Vélez estaba con diez por la expulsión de Ponce.

El hincha que lo miró por TV seguramente estaba a favor de Barcelona y el que no era de Racing, de Vélez, aunque... ¿Qué hubiera hecho usted como DT de Chelsea si debe enfrentar a un equipo con un promedio de 2,56 goles por partido y con Messi en su mejor momento? ¿Cómo hubiera planificado jugar contra el invicto Vélez en Liniers con el actual Racing? Al margen de tener una táctica más defensiva, Chelsea dobló en llegadas a Barcelona (13-6) y Racing hizo lo propio con Vélez (16-9). Pero con el 1-1 ganó Barcelona y, con el 2-2 se fue más contento Vélez. Son apenas dos partidos, dos ejemplos. Lo otro, los caminos y las formas, alimentan el debate.

Christian Leblebidjian para La Nación

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Anilisis Táctico: Semifinal Chelsea - Barcelona

Análisis táctico por Marcos López de la semifinal de la Champions League entre Chelsea y Barça. Partido de vuelta en Stamford Bridge.

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"Se sobredimensiona nuestro trabajo; sólo movemos fichas"

Particular análisis el que hace Ricardo Gareca de la profesión de director técnico. Reflexivo y sincero, en la charla le resta importancia al rol del conductor de un equipo. El DT destaca la tarea de un futbolista y la relaciona con el arte.

El valor del DT. "Lo más importante de todo son los jugadores, nosotros somos buenos o malos conductores y nada más. Los únicos protagonistas son ellos. Lo que puede hacer un técnico es darles elementos durante la semana, pero ellos resuelven dentro de la cancha. Creo que al técnico se le dio un lugar que muchas veces sobrepasa al futbolista."

El fútbol como expresión artística. "Una gambeta, un gol, un buen cambio de frente o un pelotazo de 50 metros que deje mano a mano a un delantero... todo eso es arte. Al técnico se lo sobredimensiona, lo nuestro es colocar las fichas y dejar que ellos puedan expresarse dentro del campo de juego."

Los entrenadores argentinos. "Tengo un gran respeto por el entrenador nacional. Porque trabajan y cambian permanentemente. Si tienen que hacer una línea de tres la hacen, te salen a atacar, te trabajan con stopper..."

La argentinidad según Gareca. "El técnico argentino, o mejor dicho, el argentino es ganador. Vivimos de esa manera porque somos así. Es una raza ganadora. Campeones del mundo en el automovilismo; de pronto un basquetbolista llega a la NBA y triunfa; en el tenis somos importantes; en el boxeo hay campeones del mundo, en el fútbol ni que hablar. Somos así. No mejor, diferentes, es nuestra idiosincrasia. Tenemos mucho para mejorar, por supuesto."

Fuente: Diario La Nación. 06/05/2009

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Anilisis Táctico: Real Madrid 2 - Barcelona 6

Análisis táctico por Marcos López. Todas las claves de un partido que pasará a la historia del barcelonismo.




REAL MADRID 2 - BARCELONA 6
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"El fútbol no te prepara para el día después"

Fernando Gamboa confiesa que sufrió una gran depresión tras su retiro y que se convirtió en entrenador gracias a su esposa. Además, nos revela su manual de estilo.

(Entrevista realizada por Diego Borinsky para la edición mayo de 2009 de la revista El Gráfico)

Explicale a un turista japonés qué es el clásico rosarino.
Es único, más intenso que el Boca-River. Veinte días antes, a la gente no le interesa nada: sólo te piden que ganes el clásico. Y el post no dura 30 días, sino hasta el clásico siguiente. En cada club te hacen mamar el clásico desde chiquito. Y entonces, en Primera termina siendo un partido entre hinchas de Newell’s y del otro. Lo que se vive emocionalmente ahí es incomparable.
¿En Rosario podés caminar por la calle?
Sí, por ahí pasan en una moto y te gritan “Negro puto”, y te la tenés que bancar. Durante los seis meses que fui técnico de Newell‘s, viví adentro del hotel. Ya estaba en otro lugar, y como tengo mi carácter, no podía correr el riesgo de salir a la calle y reaccionar a una puteada.
Tu retiro fue en puntas de pie ¿qué te pasó?
Había firmado por un año en Argentinos, pero me agarró una pubalgia y apenas pude jugar 4 partidos. Le pedí perdón al presidente y me fui a los 8 meses. Igual quise recuperarme. Mirá lo que es la vida: al toque conocí a Jorge Di Lorenzo y en dos semanas me curó. Me buscaron un par de clubes del país, pero era una apuesta de riesgo porque peleaban el descenso. La verdad, después de 20 años de carrera, no quería terminar con un descenso. Y de repente pasaron dos meses y me di cuenta de que se había terminado todo. Fue durísimo. La pasé muy mal.

¿Por qué?
Estuve un año debajo la cama, literalmente debajo de la cama, con depresión. Y si cuento esto es para que los jugadores estén preparados. El fútbol no te prepara para el día después. Es tanta la vorágine que se olvida. Vos podés tener al mejor entrenador, al mejor dirigente, pero son los psicólogos los que estudian durante años para arreglar la cabeza de las personas. Para mí son necesarios. Y no sólo en el fútbol juvenil, como hoy existen en muchos clubes. A mí se me produjo un vacío enorme en el corazón que no podía llenar con nada, tenía la sensación de que se terminaba de un día para el otro todo lo que sabía hacer y para lo que me había preparado desde los 5 años.
Pero vos ya eras grande.
Sí, pero cuando jugás al fútbol y te sentís bien, da lo mismo 28 años que 34. Yo sabía que se terminaba pero me saltaba el diablito y me decía: “Vas a jugar hasta los 50, olvidate”. Disfrutaba el día a día y no pensaba. Entonces cuando caí, me encerré en mi casa y no existía nadie. Fue un duelo muy grande, había una herida muy muy profunda que en lugar de cicatrizar se agrandaba. Intentaba jugar con mis hijos pero mi cabeza estaba cegada y me costaba conectarme con ellos, no podía entender cómo no podía llenar ese vacío, me preguntaba todo el tiempo por qué me habían quitado el fútbol. Vivía colgado. Por ahí miraba la tele y me quedaba dos horas llorando. Me duró un año largo.

¿Cómo saliste?
Hice terapia y me ayudó mucho. Silvina, mi esposa, me bancó a morir. Gracias a ella soy entrenador. Me sacaba de casa, cerraba con llave y me dejaba en el palier. Me decía: “Andá a hacer el curso”. En ese momento no sabía qué quería. En realidad sí sabía: quería recuperar algo que no se podía recuperar. Entonces iba al curso, me entretenía tres horas y volvía a casa a encerrarme. Hasta que apareció el Showbol y terminé de salir.

¿Cuánto influyó Diego para que empezaras como DT en las Inferiores de Boca?
Un tiempo después de esa charla, le dije: “No quiero dejar el Showbol, es maravilloso, pero ya no me alcanza”. “¿Qué necesitás?”, me pregunta. “Quiero empezar a dirigir y saber si me podés dar una mano con la gente de Boca”. El jueves siguiente estaba Pompilio en la casa de Mancuso. Me dijo que no había problemas y me armó una reunión con gente del fútbol amateur. Tres meses después empezaba en la Quinta de Boca. Sólo lamenté tener que abandonar el proyecto que tenía.

¿Qué proyecto?
Armar escuelitas de fútbol con respaldo psicológico para jugadores que quedan en el camino de la Primera y que esos jóvenes a su vez les enseñaran a chicos de la calle. Después, la persona que me ayudaba y tenía contactos con los municipios para conseguir algún predio, se fue. Una pena, pero sigo teniendo el sueño de concretarlo alguna vez.

El mejor DT que tuviste.
Tuve grandes entrenadores: a Menotti, Bilardo, Tabárez, a Gallego, al Pato Pastoriza, una persona que quiero con mi alma por su manera de ser. Pero uno se deja llevar por las enseñanzas y el que más me enseñó a mí fue Marcelo Bielsa: lo tuve entre los 14 y los 22 años. Con Marcelo no sólo entrabas a la cancha sabiendo si el 9 era zurdo o derecho, sino si enganchaba para acá o allá, sabías que con parietal izquierdo se la bajaba a otro y con el derecho le daba al arco, esas cosas.

¿Hablaste con Bielsa alguna vez desde que se fue de Newell’s en 1992?
Nunca más. Intenté comunicarme con él un par de veces pero no lo ubiqué. Yo soy un desastre con el celular: no lo escucho, no lo atiendo, nada. Pero no tengo ningún problema con él, a pesar de algunas cosas que se dijeron; Bielsa y Griffa fueron como mis viejos.

¿Cuál fue tu primera impresión el día que lo conociste?
Tenía 14 años. Nosotros veníamos cada uno de su pueblo, donde el técnico es el verdulero y te da una sola indicación: dónde pararte. Y de repente me llamó la atención la efusividad con que transmitía sus ideas y cómo laburaba. Lo mirábamos y decíamos: “¡Mierda!".

¿Está un poco loco o sólo parece?
Loco no, es un obsesivo del fútbol. Llegaba un momento en que, con el paso del tiempo, te saturaba. “¿Sabe cuál es el problema, Profe? –le decía, porque lo llamaba así-, que usted vive 25 horas del día por el fútbol y nosotros tenemos otra vida aparte del fútbol”. No pretendo juzgarlo, pero sentía que no nos daba respiro. El mismo creo que cambió: después, ya en Vélez, declaró que no podía estar más de un año en un club por su manera de ser.

¿Es casualidad que hayan salido tantos técnicos de aquel Newell’s 90/92?
Para nada, teníamos la marca de Bielsa, la pasión con que nos transmitía el oficio. Ahí están Berizzo, Pochettino, Franco, Berti, Lunari, Martino, Domizi.

¿Lloraste alguna vez por el fútbol?
Muchas, yo soy un tipo muy pasional, ya te lo dije; y cuando las cosa no salen, toda esa pasión y esa rebeldía las canalizo por el llanto.

La vez que más lloraste.
La del Morumbí, lejos, la noche que perdimos la final de la Libertadores por penales con el San Pablo. Ahí lloramos todos, dos días seguidos. Nosotros éramos chicos, pero era tal la claridad con que nos transmitía Bielsa las cosas, que recuerdo que en las duchas, con el Toto Berizzo decíamos: “Esto no lo vamos a vivir nunca más”. Y fue así. No lo vivimos nunca más. Ni yo, ni él, ni Bielsa, ni Newell’s. Y eso que jugamos en los equipos más grandes.

¿Qué les decía Bielsa en ese vestuario?
Nada, no había lugar para las palabras. No recuerdo bien por qué, pero nos tuvimos que quedar un día más en San Pablo. Bielsa nos llamó uno por uno a su habitación, nos agradecía el esfuerzo, nos abrazaba, y llorábamos juntos.

¿Te quedaste con culpa por el penal errado?
Obvio que sí. A mí no me interesaba que antes habíamos errado dos penales. Yo asumí una responsabilidad y no la pude plasmar. Se me vino el mundo encima. Soy un tipo que siempre me hago cargo de las cosas que debo, y muchas veces por demás. Le pedí disculpas a Bielsa y su respuesta fue que estaba loco.

¿Menotti o Bilardo?
Aprendí de los dos. Bilardo es parecido a Bielsa por lo táctico y las obsesiones; con Menotti te sentás a hablar de fútbol y te quedás una vida. Con Cappa, lo mismo. Me pasó apenas llegué a España. Me quedé embobado al escucharlo.

¿Qué dejaste en Chacarita?
Te lo cuento con una anécdota: cuando estaba en la pretemporada y me avisaron que me iba al Grasshopper, volví llorando todo el viaje desde Mar del Plata. En Chaca viví dos etapas maravillosas de mi carrera y le estoy eternamente agradecido. Mi hijo Tomás es veneno de Chacarita, y tengo la sensación de que un día nos reencontraremos, ya como técnico.

¿Por qué llorabas si te vendían a Suiza?
Porque Pastoriza había armado un grupo espectacular con varios grandes. Era tanto el afecto que había en ese plantel, que los pibes como Rivero, Rosada, el Rulo Romero y Román Díaz vivían pegados con nosotros. Dudé en ir a Suiza, pero era mi revancha personal por lo vivido en Oviedo. Y aunque no es el torneo más competitivo, tuve la fortuna de ser campeón en una liga europea.
¿Por qué hablaste de revancha con Oviedo?
Con el Maestro Tabárez, el segundo año, fuimos a la promoción con Las Palmas. Antes de jugar, el capitán me contó que el dueño del club había vendido las acciones pensando que nos íbamos a la “B”. Eso me mató, sentí que el propio dueño no confiaba en nosotros. Pero me lo guardé. Al final, ganamos 3-0 de local y en Las Palmas perdíamos 3-0 y terminamos 1-3 con un gol mío. Al otro día, en el bus de regreso, subió el dueño y empezó a felicitarnos. Yo me sentaba atrás de todo, y cuando me vino a dar la mano, no me la comí. “Usted no se merece mi respeto”, le dije.
¿Te limpió de una?
No me dijo nada, porque allá no te van de frente. Me vine de vacaciones y al regresar trajeron a otro extranjero y me dejaron sin el cupo. Fue un escándalo: nadie entendía por qué dejaban afuera al tipo que había jugado casi todos los partidos del año y metido el gol para dejar a Oviedo en Primera. Me sacaron la posibilidad de laburar y tuve que hacer un juicio, como Caranta. El tipo me pasó la factura claramente. Estuve seis meses parado y al final gané el juicio, me dieron la libertad y me pagaron el año de contrato que me quedaba.

¿Alguna vez te le plantaste a un técnico?
No, porque soy muy respetuoso y el entrenador está para decidir. Creo en la frontalidad y en la sinceridad, siempre y cuando no roce la falta de respeto.
¿Un técnico sin manager no consigue trabajo?
No sé, debe ser como de jugador: cuando arranqué tenía; después ya me llamaban a mí.
¿Qué te dejó trabajar con los chicos en Boca?
Fue maravilloso. Primero, porque era Boca. Y segundo, porque a pesar de que eran chicos de 17 o 18 años, yo iba con una idea de conducción que quería experimentar con ellos porque pensaba trasladarla si después dirigía en Primera, y lo pude hacer.

¿Cuál es el principal vicio de los chicos?
Por lo que escucho, porque soy neófito en esto, el problema son los padres y los representantes, que para tener un jugador de 8 o 10 años, ya le dan un sueldo, entonces después los chicos se la creen y al otro día te hacen planteamientos de que tienen que jugar en tal o cual lugar. Son cosas que a los chicos los confunden. Y yo pensaba: ¿llegarán esos chicos a Primera? ¿Sabés los monstruos que hubo que después no llegaron? Por suerte, en Boca no me pasó, pero es una realidad que existe. Sólo vi a los padres en la despedida: me agradecieron lo que les di a su hijos en lo futbolístico y en lo personal.

¿A qué te referís con lo personal?
Me pasó en la Primera de Newell’s. Vino un jugador y me dijo: “Me acabo de casar, tengo una nena, vivo en la casa de mi suegro y estoy incómodo. Necesito 20 mangos más para ir a vivir solo”. Yo podría haberle dicho que no era problema mío y que lo hablara con su representante pero no, fui y le dije a López: “Pasa esto, sos el único que me puede dar una mano con este jugador”. Y lo hizo. Todo eso te vuelve. Cuando después vos lo mirás a los ojos a ese jugador y le pedís un poco más, ese tipo no se va a negar. Por eso hablo de la importancia en la conducción del grupo y de qué manera convencés.
¿Quién es el mejor DT argentino hoy?
Gallego. Tiene claro cómo manejar el grupo, es abierto pero hasta ahí, un tipo que la tiene muy clara tácticamente, sabe cómo modificar un partido. Además, me ayudó mucho cuando pasé de Newell‘s a River. A mí me gustan los entrenadores agresivos.

¿Qué balance hacés de tu primer semestre como DT?
Por resultados, fue muy positivo: logramos 31 puntos y casi siempre estuvimos entre el primero y el cuarto puesto, pero lo más importante para mí es haber manejado un grupo como lo quiero manejar, con diálogo, respeto, compromiso y entrega absoluta. Saber que lo que uno imaginaba como conductor, se puede llevar a cabo.

¿Por dónde pasa la clave para conducir?
Lo podés hacer si los jugadores se predisponen. Y para eso debe haber convencimiento y lealtad en el mensaje. Viví en Newell’s a corazón abierto y recibí de los jugadores lo mismo. Es lo que me dejó más feliz.

La situación que más te haya sorprendido estando cerca de Diego.
Fuimos con el Showbol de gira a Suecia, Noruega y Dinamarca. Imaginaba que ahí, en Escandinavia, iba a poder salir a caminar por la plaza. Imposible. El hotel explotaba con 500 personas por verlo a él. Imposible salir.

¿Por qué los pibes vienen cada vez más complicados y voltean técnicos?
Por lo que recibí de los jugadores en Newell‘s, viví absolutamente lo contrario. Creo que las diferencias generacionales es un punto que el dirigente tiene en cuenta. Algunos la llevan a cabo y otros, en ciertos momentos, prefieren la experiencia de una espalda ancha, como hizo Independiente con el Tolo.

¿Cerramos con alguna anécdota de Bielsa?
La del primer clásico que nos dirigió, en 1990, fue increíble. La del 4-3 en Arroyito. Llevábamos dos días concentrados en el Liceo Militar, porque el partido había pasado al lunes por la lluvia. La mayoría dormía y yo jugaba en un pasillo al Pac Man. “¿Cómo está? Quiero hablar de fútbol”, me dijo. “Bien, Profe, hablemos”, le contesté mientras seguía jugando. “Míreme, que le estoy hablando”. Largué todo. “¿Qué da por ganar el clásico mañana?”, me preguntó. “Todo –le respondí- tirarme de cabeza, trabar, ser solidario”. El me miró. “Más, ¿qué más?“. “No sé, más no se puede. ¿Usted qué daría, Profe?”, le pregunté yo. “Recién se lo dije a mi señora: si me tengo que cortar un dedo por ganar el clásico de mañana, me lo corto, total me quedan cuatro”. Lo miré: “Entonces, si tenemos la suerte de ganar cinco clásicos, se queda sin la mano”. Se levantó y se fue diciendo: “No entiende nada, usted no entiende nada”.

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