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¿El final de la era del técnico sabelotodo?

La pérdida de consenso de técnicos enjuiciados por las derrotas y cierta "rebelión" de los jugadores parecen terminar con su excluyente influencia.

(Por Roberto Perfumo para Diario Olé)

Algo está cambiando en el reinado de los técnicos. Y estas tendencias son imparables. Según está planteado hoy el vínculo entrenador-jugador-planteles, es probable que el DT deje de ser el rey, el mago, el mandamás de palabra santa.

Varias décadas atrás, el técnico era casi un desconocido, ni salía en los medios. Había entrenamientos dos veces por semana, y el domingo el jugador "se las arreglaba". Guillermo Stábile empieza a aparecer en los años ''40. Fué técnico de la Selección un toco de años y jamás escuché que se le pidiera la renuncia. El entrenador, pegada al buzo o al saco, usaba una "E" de cinta plástico blanca.

En la década del 60 surge el "mago", con Helenio Herrera a la cabeza (argentino tenía que ser...) laburando en Italia. Era tanto su poder que hasta les elegía las mujeres a los jugadores. Echó sin más ni más del Inter a su mejor jugador —otro argentino, Angelillo— por haberse casado, desobediente, con una artista de cine. El hoy equipo de Cruz, Crespo y compañía ganó todo. El ambiente futbolero hablaba del "Inter de Helenio Herrera".

Aquí, copiones de siempre (en realidad, todo el mundo lo hizo), le dimos entrada al "sabelotodo". Esto duró hasta hace unos diez años. El antes intocable señor de los milagros hoy es echado sin asco al cuarto partido perdido. Cualquiera se anima a formarle el equipo y el dirigente le perdió el respeto. Dicho sin ánimo de juicios de valor, hay varios ejemplos. Primo (Belgrano), Marini (Newell''s), Sánchez (Banfield), Riquelme (Central), todos suplantando a técnicos de nombre y prestigio como si diera lo mismo.

La conducta de los jugadores hace más visible aún el retroceso del "capo máximo". Le cuestionan (incluso los chicos, que hoy se pasan todo por las bolas) la táctica y la estrategia (caso Gallardo-Merlo) y la formación del equipo. Se animan a irse a casa si no están entre los once (Leto, Archubi, en Lanús). No se bancan los cambios en pleno partido y lo demuestran frente a las cámaras (Acuña a Riquelme, Pusineri a Burruchaga). En mi época, cosas así nos costaban la carrera. El jefe siempre tenía razón. Yo, aún hoy, no puedo tutear a Pizutti...

El jugador, el pibe de hoy, revela ambigüedad. Reacciona mal ante los correctivos pero a la vez es súperdependiente. Llora el error, pero luego de haber hecho lo que quería. No aguanta el liderazgo fuerte pero a la vez lo necesita. Por eso tanta irregularidad. Se va el técnico con el que se perdieron diez partidos, viene otro y empiezan a ganar seguido...

Es hoy el gran drama de los entrenadores: no lograr la empatía, el acuerdo, con sus jugadores. Si no resuelven ese punto clave, la decadencia del "rey" será inexorable en poco tiempo.

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La Volpe hablando sobre los sistemas defensivos

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El picadito

Un arquero robusto, una defensa rústica pero sólida, un cinco con despliegue y táctica y un nueve rebotero. El equipo del Pampa tiene todo para ganar, solo les falta una cosa: la pelota.



Adaptado del cuento ESCENAS DE LA VIDA DEPORTIVA de Roberto Fontanarrosa, EL PICADITO es un cortometraje sobre el ritual que rodea a un partido de fútbol.
Guión y Dirección: Francisco J. Paparella

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Líder que no cambia, cambia al equipo

Ramón Díaz tiene algo del estilo de Pizzuti, Zubeldía o Labruna: en la mala sabe cómo convencer al jugador y cómo comprometerlo con el grupo.

El giro de 180 grados que dio el Cuervo hará del Pelado Díaz el hombre de la semana y originará miles de conjeturas de toda la cátedra, y me incluyo. Es increible la diferencia con lo visto en el 2006; y fue valiente animarse a tomar un plantel destruido anímica y futbolísticamente. El liderazgo de Ramón empieza por él mismo, por el dominio de su propia voluntad. Pesada lápida se quitó de encima. "Sólo es para River", decíamos. Luego siguió desmintiéndonos: "No tiene jugadores, no le trajeron refuerzos", fueron otros pálpitos agoreros. Pero nos está dando un gran ejemplo del poder de un líder; y no sólo en un plantel de fútbol...

En primer lugar, su forma de ser. En el Ciclón cambió todo menos él, algo esencial. Recuerdo los futbolísticamente arruinados Racing de Pizzuti y el Pincha de Zubeldía. En el 65 íbamos últimos ambos. Como ni José ni Osvaldo cambiaron su forma de ser, cambió lo malo del entorno. Y los dos clubes pudieron llegar a lo más alto de sus historias.

También vale la analogía con el River de Labruna, alicaído por 18 años de frustraciones. En la parte final del 75 empezamos a perder y parecíamos caernos. Pero Angel no cambió, fue el mismo que cuando íbamos diez puntos arriba. Ante el clima algo complicado le sugerí cambiar el lugar de concentración. "No se asuste, igual vamos a salir campeones", me dijo.

El liderazgo de Díaz es ideal para esta sociedad "comelíderes" de hoy. Porque lo es sin parecerlo. Su estilo campechano, que no esconde al pillo que lleva adentro; su buen humor bien medido, su visión del lado bueno de las cosas (en eso se asemeja mucho a Labruna) hacen que llegue al jugador y lo convenza de que es más de lo que el mismo jugador cree.
No es "censor" como algunos de sus colegas (si se vieran en la TV durante el juego con cara de querer matar al que se equivoca)... Se queda con lo bueno, no corrige errores sino que reafirma virtudes; tema clave en el vínculo técnico-jugador. Los pibes de hoy se revelan reactivos cuando el técnico les marca un error; y no les entran ni las balas. Ramón es un especialista en el manejo de los tonos. Llegó, y enseguida comprometió al hincha con la causa: "Hay que alentar, es lo que hay". Siguió con los jugadores, convenciéndolos de que pueden, comprometiéndolos con el grupo, el hincha, la camiseta y la propia profesión.

Resultado: este San Lorenzo es un equipo comprometido con sí mismo. Y no hay tantos por qué... El Pelado es sencillo para hablar y para vivir. Es igual a aquel pibe que venía de la Sexta de River a hacer fútbol con nosotros, al que cagábamos a patadas e igual se iba contento. Es el mismo, no cambió. Por eso cambió San Lorenzo.

Por Roberto Perfumo
Diario Olé

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