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En tiempos de impaciencia, el atajo es el pase


Los atajos han ganado reputación. La búsqueda del camino más corto es muy seductora en tiempos de impaciencia. En esa coyuntura se banalizó al pase. Este no debería asociarse con una pretensión estética. Sería manipular su verdadera intención. El pase integra, el pelotazo aísla.

Se podría conceptualizar el pase hasta como elemento defensivo. Si la tengo yo, el rival no puede generarme nada. Pero el pase no tiene prensa. En realidad, hoy nadie quiere asumir riesgos. La responsabilidad hay que trasladársela al otro. El despeje, la pelota dividida y tirarla a la nada se han naturalizado.

El sentido del pase es, como mínimo, dominar. Es ridículo pensar que el propósito de un equipo sea pasarse la pelota sin buscar el gol. Algunos quieren confundir para enseñar su manual de eficacia. Aunque, detrás, buscan maquillar la mala intención. Si un equipo no llega será porque no puede, o no sabe. No porque no quiere.

El pase exige. Más el último, el que asombra. Bochini fue un experto. Ahora queda Riquelme. Pero el pase gol está en extinción. El gran jugador es el que reconoce cuándo están dadas las condiciones para ese toque a todo o nada. El pase gol es el riesgo en estado puro.

Uno de los sentidos del pase es ir eliminando rivales y, además, generar hombre libre para el desequilibrio individual. Depende del pasador, pero también del clima que genera el receptor. Ahí el desmarque es indispensable. A veces, correr y atacar el espacio; a veces, frenar para estar destapado. El control también es esencial para ganar tiempo, para sacarse un rival, para conseguir mayor campo visual y perfilar el pase siguiente. Son fundamentos básicos para un equipo que aspire a ser protagonista. Messi es alguien que siempre encuentra las condiciones para recibir solo en Barcelona porque el equipo se da pases. Son dos aspectos muy conectados. En fin, nadie se pasa la pelota desde el estatismo de la espera. Un gran ejemplo lo brinda España. El fútbol español ha incorporado el pase como elemento asociativo, mientras que el futbolista argentino tiene en su genética la gambeta.

Hay que saber dar el pase. No puede ser lento. Debe ser fuerte. Al pie o al espacio, con velocidad, para que al rival le resulte más dificultoso reaccionar. Se debe entender el viaje de la pelota. Ese es el verdadero atajo, el que sirve para jugar mejor y aumenta las posibilidades de ganar.

Por Diego Latorre.
Diario Olé - 11/03/2012
http://www.ole.com.ar/blogs/la_mirada_de_latorre/tiempos-impaciencia-atajo-pase_7_661803814.html

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