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River, marcado por un estilo: todos al ataque

El martes 16 de agosto de 2011, River comenzó el camino del ascenso en la victoria ante Chacarita. Matías Almeyda se la jugó por el dibujo 4-4-2: Chichizola; Abecasis, Alayes, Maidana y Juan Manuel Díaz; Carlos Sánchez, Domingo, Aguirre y Ocampos; Domínguez y Cavenaghi. Ganó 1-0 con una jugada preparada de córner entre el Chori, Sánchez y el cabezazo en el punto penal de Díaz. Hoy festeja merecidamente, aunque se intentará profundizar el análisis sobre su juego. A lo largo de las 38 fechas, River fue más eficaz que eficiente. No controló el manejo de los tiempos. Atacó con mucha gente, incluyendo a los laterales. Empujó y terminó generando superioridad por jerarquía individual y colectiva. Quien condujo los ataques no siempre eligió bien el pase, pero como la acción terminaba en gol, ese punto pasaba inadvertido.

River tuvo, preferentemente, tres formas de atacar: si salía por abajo, fue con el desdoblamiento por las bandas, con las proyecciones de Abecasis, Vella o Sánchez (derecha) y Díaz (izquierda) y el 2-1 que puedan generar, respectivamente, con Sánchez o Domínguez y Ocampos o César González. Si salía con un pelotazo, cuando apareció Funes Mori corrido a la izquierda, lo hacía desde los defensores hasta Cavenaghi, Domínguez o Trezeguet, que recibían en 3/4 del campo y de espalda, para pivotear hacia las bandas. El avance seguía por los costados para terminar en un centro atrás bajo o en un envío alto desde el vértice del área grande al segundo palo. Y también le gustó salir rápido de contragolpe.

La particularidad, sea cual fuere el camino, era que llegaba a poner a cinco jugadores en el área rival: cubría las zonas del primer y segundo palo; punto penal y rebote en la medialuna. Por eso eligió futbolistas rápidos. Y para salir de contra, River presionó en bloque. Se plantaba en campo rival para robar cerca del arquero adversario y transformar enseguida ese quite en una situación de riesgo.

Trezeguet fue la bandera en el sprint final . Es difícil de marcar porque nunca tiene la pelota: juega siempre a un toque. O descarga de primera al pie de un compañero o es gol. Y fue inteligente hasta para acomodar el cuerpo para generar infracciones.

Entre los puntos negativos: River marcó mal en ataque, con mucha distancia entre los centrales y Ponzio y Cirigliano. Y ese sector fue aprovechado por los rivales. Abría el campo y usaba todo el ancho para avanzar, pero una mala descarga de afuera hacia adentro dejó varias veces el callejón libre y con muchos jugadores pasados, ubicados por delante de la línea del balón. De los 28 goles que sufrió, 9 fueron de contraataque. Cirigliano toca y va, propone un desorden ofensivo que no siempre es negativo, el tema es que él va y todo el equipo también. Si Ponzio no estaba atento a las coberturas... Pero hasta él mismo se dejó llevar por el vuelo ofensivo. Por eso fue común que a River lo agarren defendiendo uno vs. uno.

Las pelotas paradas fueron su talón de Aquiles , ya que por esa vía recibió 9 de los 28 goles. Probó marcando hombre a hombre, tratando de sostener la línea defensiva lo más lejos posible del área, pero el equipo se quedaba a mitad de camino porque cuando la defensa se posicionaba lejos, el arquero no salía a achicar espacios hacia delante.

El 23 de junio de 2012, River festejó el regreso a la primera ante Almirante Brown. Almeyda insistió con el tridente en un 4-3-3, con Vega; Vella, Maidana, González Pirez y Funes Mori; Ponzio, Cirigliano y César González; Domínguez, Cavenaghi y Trezeguet. Ganó 2-0.

Más allá del paso del tiempo, el River de Almeyda quedó más marcado por su estilo ofensivo que por el buen juego. Se impuso merecidamente, pero no hubo ni un sistema (arrancó 4-4-2, pasó al 4-3-1-2; probó con el 3-4-3 y finalizó con el 4-3-3) ni una columna vertebral que sostuviera, con continuidad, un funcionamiento colectivo respaldado y sincronizado. Eso en ataque. En defensa, también dejó varios puntos suspensivos. Varias veces Almeyda, ante la conquista de un gol, indicaba sobre el final: "4-4-2 y bien ordenados", pero ni así, ni haciendo cambios más defensivos, lo corrigió. Los rivales no necesitaron llegarle mucho para convertirle (recibió un promedio de 4,3 remates del adversario por encuentro).

Almeyda tuvo decisiones elogiables: la apuesta ofensiva, la aparición de Ocampos, los refuerzos de Ponzio y Trezeguet; la chance a González Pirez y la recuperación de Rogelio Funes Mori. Pero otras veces el DT fomentó la confusión. Ponzio, el mejor baluarte en cuanto a "entender el juego" y con una responsabilidad clave en el medio, a una fecha del final fue corrido al puesto de lateral derecho.

Pero, al fin, el desahogo llegó para Almeyda. Ahora, para el Apertura, debería apuntar a armar un equipo menos borroso desde la columna vertebral y la estructura colectiva, con ideas más encadenadas de funcionamiento. Ese podría ser el próximo desafío.

66 Goles hizo River y el podio lo integraron Cavenaghi (19), Trezeguet (13) y Ocampos (7). En la tabla de asistencias, Domínguez (10), Cavenaghi (6), Sánchez (5) y Ocampos (5).

Por Christian Leblebidjian
Diario La Nación - 26/06/2012

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